Gabriel nace en Belleydoux en 1799 de una familia cristiana que lo marcó profundamente. Desde muy pequeño inicia una serie de actividades de animación en su parroquia natal. Pasa de los juegos infantiles de carácter religioso a un período de progresiva responsabilización: ejerce las funciones de cantor, sacristán, catequista, maestro de escuela en su pueblo. En este contexto, el joven Gabriel descubre muy pronto la llamada de Dios a la vida religiosa. Para responder a esa llamada busca una comunidad religiosa y, al no encontrar una que corresponda a sus deseos, las circunstancias lo llevan a fundar él mismo otra.
Vive en misión itinerante y sueña la Fraternidad (1824-1829).
Gabriel Taborin vive la fraternidad desde muy joven con los compañeros de infancia y acoge la llamada vocacional que lo invita a ser religioso HERMANO. En distintos lugares de las diócesis de Saint-Claude y luego de Belley, continúa la «larga experiencia» de Belleydoux poniéndose a disposición de los párrocos como maestro y catequista; intenta «enseñar a otros» esas mismas actividades. La primera forma concreta que él da a su vocación religiosa laical es la de Hermanos de San José. Construye la fraternidad reuniendo una comunidad con otros jóvenes en medio de muchas dificultades (lo dejan solo, se hunde la casa, etc.)
Decisión en Belmont (1829-1840).
Después de superar numerosas dificultades, transmite su idea de comunidad a los jóvenes que educa y así nace la Congregación de los Hermanos de la Sagrada Familia. El Hno. Gabriel pudo finalmente encarnar su proyecto: traza la identidad del Hermano en el Guía, regla de vida y de acción, aprobada por el obispo Mons. Devie, forma grupos de postulantes y novicios y envía a los primeros Hermanos como sacristanes a la catedral de Belley y como maestros a varias escuelas.
Entregarse, promover la Fraternidad y morir en Belley (1840-1864).
Llega a esta ciudad, sede de la diócesis, con una numerosa comunidad. El Hno. Gabriel se consagra hasta el final de sus días a formar a sus Hermanos y a consolidar la Congregación. Obtiene la aprobación del Instituto por parte del Papa Gregorio XVI y de Carlos Alberto, Rey de Cerdeña. Además, pone los medios para hacer crecer la fraternidad: construye una casa, escribe un libro y promueve el “espíritu de familia” en la comunidad. Él asumió la condición de Hermano y murió como Hermano: “Lleváis el dulce nombre de Hermanos, no permitáis que os llamen de otra manera. Los nombres de las dignidades inspiran e imponen respeto; éste, por el contrario, sólo sugiere sencillez, bondad y caridad” (H. Gabriel. Guía art. 112).
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