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ORACIONES SA-FA

Oraciones de la Sagrada Familia

Oraciones del Hermano
Gabriel Taborin

Dios, Padre nuestro, que has propuesto a la Sagrada Familia como maravilloso ejemplo a los ojos de tu pueblo, concédenos, te rogamos, que, imitando sus virtudes domésticas y su unión en el amor, lleguemos a gozar de los premios eternos en el hogar del cielo. Por Jesucristo Nuestro Señor. AMÉN.

Dios mío, haz que nuestro Instituto

sea tu obra y no la de los hombres.

Bendícelo y protégelo.

Cuida de él en todo tiempo y lugar

y no lo abandones al poder el enemigo.

Ayúdanos a renunciar a nuestra voluntad

para hacer la tuya aquí en la tierra

como los bienaventurados la hacen en el cielo.

Te pedimos estas gracias en nombre de Jesús, nuestro Señor, y por la

intercesión de María y de José. Amén.

JESÚS, JOSÉ Y MARÍA, os doy el corazón y el alma mía.

JESÚS, JOSÉ Y MARÍA, asistidme en mi última agonía.

JESÚS, JOSÉ Y MARÍA, con vos descanse en paz el alma mía.

 

JESÚS, MARÍA Y JOSÉ,

bendecidnos y haced que os amemos cada día más. AMÉN.

Adoremos a Cristo, Hijo de Dios vivo,

que quiso ser hijo de una familia humana, y aclamémosle, diciendo:

AYÚDANOS, SEÑOR, A CUMPLIR

NUESTROS COMPROMISOS CRISTIANOS.

Tú, que viviste el misterio de tu sumisión a María y a José.

‐ enséñanos el respeto y la obediencia a nuestros padres.

Tú, que amaste a tus padres y fuiste amado por ellos,

‐ afianza en nuestras familias el amor y la paz.

Tú, que estuviste atento a las cosas de tu padre,

‐ haz que hagamos siempre tu voluntad aquí en la tierra.

Tú, que quisiste que tus padres te buscaran durante tres días,

‐ enséñanos a buscar primero el Reino de Dios y su justicia.

Tú, que has dado parte en tu gloria a María y a José,

‐ admite también a nuestros familiares

y amigos difuntos en la familia de los santos.

 

ORACIÓN CON MOTIVO DEL AÑO INTERNACIONAL DE LA FAMILIA

 

Jesús, Tú eres el Hijo de Dios y el Hijo del hombre.

Tú has obedecido al Padre tomando nuestra naturaleza en el sí de María por

obra del Espíritu Santo. Siendo Dios, has querido nacer en una familia

humana. Siendo omnipotente, has querido recibir el calor maternal de María

y la protección paternal de José. Siendo eterno, has querido vivir el tiempo de

una familia como las nuestras.

Por medio de María y de José te pedimos que mires con misericordia a la

familia de la humanidad y a las familias que la forman: los padres, los hijos,

los abuelos, los parientes, todos los que contribuyen a su existencia. Ayuda a

la familia humana a ser lo que es: imagen de la familia divina, llamada a ser

iglesia doméstica donde el Amor haga nacer los hijos que en Ti serán hijos de

Dios.

Jesús, María y José, ayudad a nuestras familias para que quieran y puedan

parecerse a la vuestra.

Amén

De puntillas, Señor Jesús, quiero acercarme a tu casa.

En silencio, ojos abiertos, corazón en fiesta,

quiero poner mi pie en lo sagrado, para tocar el misterio,

quitarme la sandalia, a pie desnudo, saberte cerca.

Quiero romper la intimidad de tu hogar sencillo

y sentarme a la lumbre, que el fuego arde y quema.

Quiero hacer silencio en el corazón, como María, tu madre,

y quedarme atrás oculto, como José, que sólo sabe dar presencia.

Aquí estoy en Nazaret, tierra de nadie, lo último.

aquí estoy, en lugar perdido de donde no sale cosa buena.

Aquí estoy, en tierra donde tú, Jesús, echaste raíces,

donde aprendiste a ser hombre, hombre, sin nombre, a secas.

Aquí estoy en la tierra que te dio un nombre: Nazareno,

las raíces de lo inútil y lo humilde, en Noticia fresca que tú llevaste por los

caminos de otros pueblos y naciones y que siempre olían y llevaban el polvo de

tu tierra.

Me quedo contigo, con vosotros, en tu casa de adobe,

me quedo contigo, que lo esencial es lo único

que refresca el corazón que se adentra en la sencillez

y pureza de vida que los tres, en unidad de amor, hicisteis como hoguera.

Me quedo contigo: quiero saborear el pan compartido.

Me quedo contigo: quiero sentarme sin prisas a tu mesa.

Me quedo contigo: quiero que me hables de Dios en la noche.

Me quedo contigo: quiero hacer desierto en tu arena.

Me quedo contigo: dame a conocer tus amistades de siempre.

Me quedo contigo: llévame, calle a calle, por tu aldea.

Nazareno, ¿por qué treinta años perdidos en silencio?

Nazareno, ¿por qué treinta años de trabajo, como un cualquiera?

Nazareno, ¿por qué no fuiste a la universidad de entonces?

Nazareno, ¿por qué, al dejar tu casa, no tenías ya escuela?

Nazareno, ¿por qué un carpintero te daba identidad?

Nazareno, ¿por qué tu nombre y el de María, eran sin estrella?

Nazareno, eres desconcertante, inquietante en lo humilde y tu vida oculta

cuestiona al hombre de poderes que se cerca de prestigio, de títulos, de

diplomas, de apellidos, y envueltos en pesadas y esclavizantes cadenas se

queda.

Jesús de Nazaret, donde comenzó tu historia.

Jesús de Nazaret, puerta abierta a Galilea

donde arrancó tu misión en las aguas del Bautismo,

donde llamaste en exigencia radical a pescadores,

donde hiciste un grupo en camino que te siguiera,

donde tu Palabra comenzó a anunciar lo nuevo, tu Reino,

donde los signos de ternura y compasión se dieran,

donde comenzaste camino hacia Judea, Jerusalén, de muerte,

donde hiciste volver a los tuyos, después de la mañana nueva,

donde están las raíces, de tu acción y contemplación, profundas, para que el

árbol del madero hecho cruz te sostuviera.

Jesús de Nazaret, enséñame a entrar en el despojo de la vida,

y a dejar lo poderes que como perros rabiosos me cercan.

Abre mi corazón a la escucha de Dios y al servicio

y que entre sus manos mi corazón y mis manos crezcan.

 

UN HOGAR FELIZ

Señor Jesús, Tú viviste en una familia feliz.

Haz de esta casa una morada de tu presencia,

un hogar cálido y dichoso.

Venga la tranquilidad a todos sus miembros,

la serenidad a nuestros nervios,

el control a nuestras lenguas,

la salud a nuestros cuerpos.

Que los hijos sean y se sientan amados

y se alejen de ellos para siempre la ingratitud y el egoísmo.

Inunda, Señor, el corazón de los padres

de paciencia y comprensión, y de una generosidad sin límites.

Extiende, Señor Dios, un toldo de amor para cobijar y refrescar,

calentar y madurar a todos los hijos de la casa.

Danos el pan de cada día, y aleja de nuestra casa

el afán de exhibir, brillar y aparecer;

líbranos de las vanidades mundanas

y de las ambiciones que inquietan y roban la paz.

Que la alegría brille en los ojos,

la confianza abra todas las puertas,

la dicha resplandezca como un sol;

sea la paz la reina de este hogar

y la unidad su sólido entramado.

Te lo pedimos a Ti

que fuiste un hijo feliz en el hogar de Nazaret 

junto a María y a José. Amén.

 

Señor Jesús, Tú viviste en una familia feliz.

Haz de esta casa una morada de tu presencia,

un hogar cálido y dichoso.

Venga la tranquilidad a todos sus miembros,

la serenidad a nuestros nervios,

el control a nuestras lenguas,

la salud a nuestros cuerpos.

Que los hijos sean y se sientan amados

y se alejen de ellos para siempre la ingratitud y el egoísmo.

Inunda, Señor, el corazón de los padres

de paciencia y comprensión, y de una generosidad sin límites.

Extiende, Señor Dios, un toldo de amor para cobijar y refrescar,

calentar y madurar a todos los hijos de la casa.

Danos el pan de cada día, y aleja de nuestra casa

el afán de exhibir, brillar y aparecer;

líbranos de las vanidades mundanas

y de las ambiciones que inquietan y roban la paz.

Que la alegría brille en los ojos,

la confianza abra todas las puertas,

la dicha resplandezca como un sol;

sea la paz la reina de este hogar

y la unidad su sólido entramado.

Te lo pedimos a Ti

que fuiste un hijo feliz en el hogar de Nazaret 

junto a María y a José. Amén.

Padre de todos, pero especialmente de esta familia.

Padre de este grupo, reunido en tu nombre.

Padre de aquellos que amamos

y que son de nuestra misma carne y sangre

y que queremos que comulguen en la misma fe.

VENGA A NOSOTROS TU REINO.

Que tu reino se extienda por el mundo,

pero, primero en el corazón de estos hijos tuyos aquí presentes,

para que reine en esta casa la paz y con ella la perseverancia.

 

Señor, que HAGAMOS SIEMPRE TU VOLUNTAD,

que nos sepamos tu Ley con amor y aunque nos cueste,

y que aceptemos la vida y sus responsabilidades,

no como una carga que dejamos a la primera dificultad

sino como una exigencia de creyentes.

 

DANOS HOY NUESTRO PAN DE CADA DÍA.

El pan necesario para nuestra subsistencia que da fuerzas

y preserva de inquietudes y temores.

Danos también el alimento de nuestros espíritus,

el Pan de tu Palabra que ilumina nuestro caminar,

el Pan de tu Eucaristía que nos hace vivir la verdadera vida.

 

PERDONAS NUESTRAS OFENSAS,

porque todos necesitamos de tu misericordia.

Consérvanos en la humildad y en la caridad,

para que, conociendo nuestros defectos,

seamos comprensivos e indulgentes con los demás,

olvidemos las ofensas que nos han hecho

pidamos perdón a quienes hemos ofendido

y estemos siempre dispuestos para la reconciliación.

 

NO NOS DEJES CAER EN LA |TENTACIÓN, Y LÍBRANOS DEL MAL,

Presérvanos de las acechanzas del demonio,

del peligro del egoísmo y de la mediocridad.

Desvía de nosotros las influencias lamentables,

que perturban el ambiente familiar y corrompen los corazones,

para que todos permanezcamos en tu amor. Amén.

Te damos gracias, Señor:

Porque al abrir los ojos por primera vez

nos encontramos con los de nuestra madre. 

Porque en la enfermedad y en la tristeza tenemos una familia. 

Porque en mi familia has puesto cariño, comprensión, ayuda. 

Porque la familia nos ayuda a encontrar el equilibrio y nos da seguridad. 

Porque los padres nunca nos abandonan definitivamente. 

Porque hay muchas familias que son auténticos paraísos  y quisiera que la

mía fuese así. 

Porque pones en nuestros corazones ansias  y esperanzas de formar una

familia de amor.

Familia Santa de Nazaret,

Familia de Jesús, María y José,

icono de la Trinidad‐Familia Divina.

 

¡Gracias por reunirnos hoy en familia,

por llamarnos con vuestro ejemplo

a la plenitud de la vida en el amor!

 

Os abrimos la puerta de nuestro hogar,

de nuestros corazones, de nuestra vida,

para que lo consagréis con vuestra presencia,

para que lo transforméis en una pequeña “Iglesia doméstica”,

en un auténtico “Santuario de la vida”.

 

A vosotros, Santa Familia de Nazaret,

nos consagramos hoy como familia cristiana

y en vosotros a la Santa Trinidad.

¡Venid a nuestro hogar, os invitamos!

Que nuestra casa sea templo del Espíritu.

Que nuestro trabajo sea el pan, que se ofrece a los demás.

Que nuestra mesa sea un altar,

donde todo se comparta.

Que nuestras penas y dificultades

sean la cruz que redime y da plenitud.

¡Qué nuestro camino sea siempre de resurrección!

 

José, varón justo, esposo, padre y obrero;

¡ayúdanos a mantener con un trabajo digno

la vida de nuestra familia!

 

María, mujer joven, esposa, madre y peregrina;

regálanos tu sonrisa, tu forma de acoger, tu cercanía.

¡Danos comprensión, respeto y cariño!

 

Jesús, Hijo del Padre, de María y de José,

Señor del tiempo y de la Historia:

En ti hay reconciliación, reencuentro, vida.

¡Haz nuestros corazones semejantes al tuyo!

 

¡Gloria al Padre y al hijo y al Espíritu Santo,

como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. ¡Amén! 

Sagrada Familia de Nazaret;

enséñanos el recogimiento, la interioridad; 

danos la disposición de escuchar

las buenas inspiraciones y las palabras 

de los verdaderos maestros.

Enséñanos la necesidad del trabajo de reparación,

del estudio, de la vida interior personal,

de la oración, que sólo Dios ve en lo secreto;

enséñanos lo que es la familia, 

su comunión de amor, su belleza simple y austera, 

su carácter sagrado e inviolable. Amén.

Sólo volver a Nazaret sosiega mis preguntas

y se convierte en un lugar de descanso para mis inquietudes.

Acudo allí para curar mis fiebres de eficacia,

para acallar mis tentaciones de dominar el tiempo,

para soportar la monotonía de lo cotidiano

y la impresión de que en el mundo no avanza lo bueno

y la realidad no da noticia del Dios vivo.

 

Releo el final del capítulo segundo de Lucas:

“Bajó con ellos a Nazaret y les estaba sujeto. 

Su madre guardaba todas estas cosas en su corazón. 

Y el niño crecía en edad, en sabiduría

y en gracia delante de Dios y de los hombres”.

 

Son palabras en las que encuentro

esperándome esa sabiduría del evangelio

que me recuerda que los lugares de abajo

son lugares de crecimiento;

que la libertad nace del descentramiento de uno mismo;

que las cosas de Dios se conocen desde el corazón.

 

En Nazaret aprendo un lenguaje nuevo

  en el que todo cambia de nombre, de dimensión y de sentido:

Los pequeños son los primeros;

los alejados son los más próximos al Reino;

el silencio y la pobreza son tesoros ocultos;

el Dios escondido ha puesto su morada en la oscuridad de lo cotidiano.

 

Y entonces ya no necesito de lo maravilloso,

porque caigo en la cuenta de que vivo sumergida en ello,

y dejo de reclamar milagros ante el verdadero milagro

que nuestra historia alberga en sus entrañas:

Un Dios que ha querido plantar su tienda en medio de nosotros.